ojalá fuerais gatos

Irme se me hace más fácil si pienso que me vas a necesitar tanto como yo lo he estado haciendo.


Evito escribir cuando lloro porque creo que de mí no puede salir nada bonito, nada que merezca valor. Escribir esto es reconocer que he perdido, escribir es reconocer mi propio fracaso. Escribir es recordar lo que evito. Mi gato duerme, da vueltas, y a mí se me hincha la tráquea. Que nadie me oiga, por favor. Si nadie me escucha, que tampoco nadie me oiga. Pensar que un gato puede quererme tal como soy es igual de necio y estúpido que pensar que, de irme, alguien me echaría en falta. Mi gato estira sus patitas, sueña, y a mí se me hincha el corazón. Científica y racionalmente: mi gato no me quiere. Sin embargo, es el único que me hace sentir que valgo para algo, es el único que me hace ver su necesidad de mí. Aunque sólo sea para acariciarle su cabecita y darle crema de malta... Ojalá todas las personas que me rodean fueran como mi gato. O como mi otro gato. O como el negro. O como el gris. O como mi gata. Ojalá las personas que me rodean fueran gatos.

(Evito escribir porque leerme es un recordatorio de lo triste y fea que soy)

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